L'année dernier a Marienbad, de Alain Resnais |
Los recuerdos son bocanadas de onirismo que vuelven, a veces, cuando y como les da la gana. Nunca es fácil recordar con claridad, la mente es una poderosa arma de doble filo.
Recuerdo un amanecer cegador entre palmeras, un BMW blanco y un espejo ovalado. Él no me avisó y yo no sabía nada. No me importó.
Recuerdo una tremenda ilusión, un principio de amor, una pensión destartalada, dos adolescentes inexpertos y muy poco tiempo, a ritmo de trompetas callejeras.
Recuerdo un otoño clandestino, mecido por unas olas frías ya, y una dura despedida.
Recuerdo una experiencia nueva, sorprendentemente grata, y mi devoción por el amante, un colchón en el suelo y una esperanza.
Recuerdo un fin de semana de ocio que se quedó entre cuatro paredes, entre sábanas y miradas asombradas y un extraño cuadro.
Recuerdo un flequillo oscuro, a través del cual descubría una nueva mirada, que trajo sushi a casa y me acarició la espalda.
Recuerdo una lavadora maltratada y un chorro de agua fría recorriendo mi espalda, los besos intensos y la absurdez de pretender algo más.
Recuerdo unos tatuajes, unos brazos entorno a mi cuerpo, un sofá, una necesidad mutua y ansiada.
Recuerdo Sitges, y un apartamento gigantesco, una guitarra y los Beatles.
Recuerdo una mirada entre miles, una mala gestión, Begur romántico y un apartamento en Madrid. Un Pro Evolution Soccer 9 muy productivo y una gran desilusión.
Y recuerdo la cala, sobre todo de noche, baños nocturnos teñidos de Möet, y unas copas flotando, como ideas peregrinas de plantear algo serio.
Hay muchas cosas más que recuerdo, pero éstos son los más bellos.
Libre interpretación.
¿Continuará?
No hay comentarios:
Publicar un comentario