miércoles, 26 de enero de 2011

Con acritud, que es gratis

Hoy he querido peinarme de forma distinta a la de todos los días. En vano. Me ha quedado un churro de pelo.
Hoy es de esos días asquerositos. Especialmente.
Tengo miedo de que perdamos el sábado contra el Barça. Tengo miedo a suspender el lunes. Tengo miedo a no encontrarlo nunca. Tengo miedo a volver al Zara.
Muchos miedos y pocos refugios.
Las colillas y las horas se me amontonan.
Vuelvo a sentir esas hormigas recorriendo mis labios, mis manos. ¡Puaj!

miércoles, 19 de enero de 2011

Ciertos recuerdos

Allá por el año 1991, en clase de mates, asignatura que siempre se me dió fatal, la profesora nos mandó calcular la edad que tendríamos en el año 2000. Aquello me fascinó, año 2000...tan lejano, tan futurista, tan milenarista...Escribí satisfecha "17", deseando que llegara el momento, creyendo que quedaba tantísimo, tan equivocada.
Yo, vista por Chús Sánchez. Barcelona, 2008
El colegio al que iba, el Liceo Francés de Alicante, era más bien un cole maldito. Me viene a la mente, a colación del párrafo anterior, que algunos de los alumnos que allí conocí no llegaron al año 2000. Extraños accidentes. Aquel edificio, que hoy en día pertenece a no sé qué empresa, ya estaba ubicado en un lugar inquietante. A los pies de Serra Grossa, desde el patio y los pasillos, podíamos ver una enorme calavera incrustada entre sus formas. Sí, una enorme calavera blanca, una redondeada parte de su anatomía con dos huecos que hacían la vez de ojos, nos observada sinuosa y amenazante desde su privilegiada situación. Además, el edificio, que tenía 7 pisos, tenía una parte cerrada a cal y canto. Una parte en la que alguna vez durmieron niños cuando el colegio era un internado. Se decían muchas cosas, innumerables leyendas corrían entre pasillos, pero mientras estuve allí ocurrieron accidentes, incidentes y un incendio provocado por cócteles molotov. Cosa fina.
Allí empezó mi calvario. A pesar de todo, era un buen cole.

miércoles, 12 de enero de 2011

Parece que últimamente sólo escribo cuando estoy cabreada

Y es que ése es mi perpetuo estado de ánimo, sinceramente, en los últimos tiempos.
No es sólo cabreada, es eso y más cosas. Triste, frustrada, inactiva, preocupada, asqueada...y me acabo de quemar la yema de un dedo de la mano derecha. No quieran saber cómo a éstas horas de la madrugada.
"Is this real life?" preguntaba aquel niño que salía perdidamente drogado del dentista. Yo me lo pregunto continuamente (en castellano y olé) sin estar drogada.
Sobrevivo imaginando un futuro mejor desde que tengo 12 años. De eso hace ya demasiado. Y no ha cambiado. Postergando el momento o no, de ése futuro mejor, de mi implicación en ello. Las cosas pasan, vienen, pero sí, nosotros participamos bastante en los acontecimientos, en las consecuencias, en los desvíos en el camino. Y a mi me da la sensación de que siempre me quedo mirando, como una auténtica boba. Como si observara una carrera de Fórmula 1 tranquilamente desde un asiento en primera o segunda fila, puede que más atrás, comiendo un bocadillo de tortilla de patatas con tomate y bebiendo un refresco. Con gafas de sol, probablemente.
Puede que no siempre haya sido así. Pero algo debe cambiar. Fernando Alonso no va a detener su Ferrari delante de mi para ofrecérmelo y continuar yo la carrera, ¿verdad? Tampoco una escudería va a contratarme tan sólo por estar de público.
Me lo ccuento, me lo explico, me regaño. ¿Servirá algún día de algo?
Pido perdón por ésta entrada de mierda.
No se devuelve el dinero.