miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un mal sueño que dura demasiado

Estoy en una embarcación un tanto destartalada, el oleaje es intenso pero no llega a ser peligroso. Creo que no estoy sola en el barco, pero me siento sola. Estoy perdida. Un poco desesperada, desesperanzada.
Al fín llego a tierra. No sé qué tierra es, pero encuentro a una persona de mi pasado que se dedica a pescar sepias en esa costa. Lleva un gorro blanco de cocinero. Es feliz. Me ragala varias sepias.

Claro que me pierdo, y que recuerdo.
Recuerdo pero no añoro. Puede que añore ciertos momentos.
Ahora no veo la costa. No creo que sea así para siempre.

No te mires a los ojos.

Meynert decía muchas gilipolleces, entre ellas algunas grandes verdades.

Ya no tengo 17 años. Ya no especulo, experimento. Y el mal sueño no ha terminado.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Por qué empieza el día a las 8 de la mañana?

Convencionalismos. Me cabrean.
Escribo mientras, de fondo, tengo puesta la película "Ninotchka" de Ernst Lubistch, película que no me canso de ver ni escuchar. Muy recomendable. Grandes diálogos, entre otras virtudes.
Escribo a éstas horas, porque, one more time, llevo desde la 1am tratando de dormir, como una persona normal, para poder levantarme a las 7am y cumplir con mis obligaciones. Si hay que cumplirlas, y éstas comienzan a esas horas del día, me pregunto ¿por qué cojones no puedo dormir? Respuestas tengo miles, es obvio. Pero voy más allá, ¿por qué nos lo montamos tan mal? ¿Por qué establecemos las cosas de determinadas maneras?
Una vez más ya sé por qué elegí la profesión a la que estoy tratando de dedicarme por entero. Huir de esa rutina, esos horarios fijos y vacaciones preestablecidas. Toda una vida haciendo las mismas cosas, los mismos días y a las mismas horas. ¡Pamplinas! No quiero saber lo que voy a hacer con más de tres días de antelación, no quiero saber dónde voy a vivir el resto de mi vida, no quiero que me suene el maldito despertador a la misma hora cada día.
Como de costumbre, ilustraré mi entrada con una imagen.
como ya sabeis, "El Grito" de Munch

martes, 7 de diciembre de 2010

Recuerdos de cuando no era virgen

L'année dernier a Marienbad, de Alain Resnais
No siempre se es virgen, ni siempre se deja de serlo.

Los recuerdos son bocanadas de onirismo que vuelven, a veces, cuando y como les da la gana. Nunca es fácil recordar con claridad, la mente es una poderosa arma de doble filo.

Recuerdo un amanecer cegador entre palmeras, un BMW blanco y un espejo ovalado. Él no me avisó y yo no sabía nada. No me importó.

Recuerdo una tremenda ilusión, un principio de amor, una pensión destartalada, dos adolescentes inexpertos y muy poco tiempo, a ritmo de trompetas callejeras.

Recuerdo un otoño clandestino, mecido por unas olas frías ya, y una dura despedida.

Recuerdo una experiencia nueva, sorprendentemente grata, y mi devoción por el amante, un colchón en el suelo y una esperanza.

Recuerdo un fin de semana de ocio que se quedó entre cuatro paredes, entre sábanas y miradas asombradas y un extraño cuadro.

Recuerdo un flequillo oscuro, a través del cual descubría una nueva mirada, que trajo sushi a casa y me acarició la espalda.

Recuerdo una lavadora maltratada y un chorro de agua fría recorriendo mi espalda, los besos intensos y la absurdez de pretender algo más.

Recuerdo unos tatuajes, unos brazos entorno a mi cuerpo, un sofá, una necesidad mutua y ansiada.

Recuerdo Sitges, y un apartamento gigantesco, una guitarra y los Beatles.

Recuerdo una mirada entre miles, una mala gestión, Begur romántico y un apartamento en Madrid. Un Pro Evolution Soccer 9 muy productivo y una gran desilusión.

Y recuerdo la cala, sobre todo de noche, baños nocturnos teñidos de Möet, y unas copas flotando, como ideas peregrinas de plantear algo serio.

Hay muchas cosas más que recuerdo, pero éstos son los más bellos.
Libre interpretación.
¿Continuará?

lunes, 6 de diciembre de 2010

Olivia, ¿un minino más?

Entré y vi un montón de gatitos de poco menos de un mes de vida. Bonitos todos, claro, pero de entre todos destacaba una mirada verde y curiosa. Unos ojos felinos que se clavaron en los míos, intensos e inocentes, puede que suplicantes, o eso entendí yo. Lo tuve clarísimo. Y en una cajita de cartón con sus pertinentes agujeros, Pedro y yo nos la llevamos a casa en moto, deseosos de empezar a quererla. Y fue demasiado fácil, tan pequeña, tan expresiva, inteligente...¿qué voy a decir de mi niña?
A los pocos días de tenerla en casa sufrió una infección importante en las almohadillas de la pata derecha. Veteriniarios, anestesias, operaciones, sufrimientos...pero, aunque costó unas 20.000 pesetas de la época, logró superarlo y quedar sin una mínima secuela. Bueno, una secuela le quedó, cierto, desde entonces está obsesionada con el jamón de york.
Oli y yo. Barcelona, Agosto 2002 (sí, yo tenía 18 años y un piercing en la ceja)
Olivia fue creciendo, no demasiado, pues estaba delgadita y tiene las patas bastante cortas, y a mi se me hacía canijilla. Pero recuerdo con regocijo sus primeros instintos cazadores y su manera incansable de jugar. Nunca se caracterizó por estropear mobiliario o textil de pequeña, así que mucho menos ahora, que es toda una señora de 8 años y medio.
A los 4 años aproximademente tuvo un par de embarazos psicológicos muy seguidos que marcaron su figura, pues produjo leche y se le deformó la barriga, con lo que hoy en día, mi preciosa Olivia, cuenta con patitas cortas y barriga hasta el suelo, hecho que me hace adorarla con locura.
Cuando acababa de cumplir 6 años, su "padre" Pedro y yo nos separamos. Olivia, que había sido un gato cariñoso, pero muy independiente, con un rincón de sofá completamente adjudicado a varios metros de nosotros, abandonó la independencia para adjudicarse un rincón encima de mi propio cuerpo, cuanto más cerca de mi cara, mejor para ella. Y así pude darme cuenta de la verdadera clase de gato que tenía y tengo. Nunca estuve sola, y ella supo comprender tan bien la situación que se ganó por entero mi admiración. Una gata que no sabía lamer, comenzó a darme besitos muy de vez en cuando, no fuera a ser que me acostumbrara...empezó a dormir a mi lado, primero a los pies de mi cama, para, a lo largo de los días y muy sutilmente, acabar durmiendo, en ocasiones, y litarelmente en mi cuello, cual boa. Aunque hemos llegado a un acuerdo, cómodo para las dos, en el que ella se tumba a mi lado y me tiende su mano para que la coja con la mía.
Su compañía es la única que nunca podría rechazar, en ningún momento. Ella no dice mucho, su vocabulario es muy pobre, oscila entre "miau" "meu" y "rrrrmeu", rara vez dice "mouuu" (no me gusta que lo diga, pero no sabe decir "pep" así que...). La necesito. Y creo que ella a mi. La amo incondicionalmente. Y creo que ella a mi.
Sé que no he pododo expresar todo lo que significa para mi, ni todo lo que ella hace por mi, pero espero haberme aproximado.
Oli con 8 añitos. Alicante, 2010


All my love, Olivia.