lunes, 6 de diciembre de 2010

Olivia, ¿un minino más?

Entré y vi un montón de gatitos de poco menos de un mes de vida. Bonitos todos, claro, pero de entre todos destacaba una mirada verde y curiosa. Unos ojos felinos que se clavaron en los míos, intensos e inocentes, puede que suplicantes, o eso entendí yo. Lo tuve clarísimo. Y en una cajita de cartón con sus pertinentes agujeros, Pedro y yo nos la llevamos a casa en moto, deseosos de empezar a quererla. Y fue demasiado fácil, tan pequeña, tan expresiva, inteligente...¿qué voy a decir de mi niña?
A los pocos días de tenerla en casa sufrió una infección importante en las almohadillas de la pata derecha. Veteriniarios, anestesias, operaciones, sufrimientos...pero, aunque costó unas 20.000 pesetas de la época, logró superarlo y quedar sin una mínima secuela. Bueno, una secuela le quedó, cierto, desde entonces está obsesionada con el jamón de york.
Oli y yo. Barcelona, Agosto 2002 (sí, yo tenía 18 años y un piercing en la ceja)
Olivia fue creciendo, no demasiado, pues estaba delgadita y tiene las patas bastante cortas, y a mi se me hacía canijilla. Pero recuerdo con regocijo sus primeros instintos cazadores y su manera incansable de jugar. Nunca se caracterizó por estropear mobiliario o textil de pequeña, así que mucho menos ahora, que es toda una señora de 8 años y medio.
A los 4 años aproximademente tuvo un par de embarazos psicológicos muy seguidos que marcaron su figura, pues produjo leche y se le deformó la barriga, con lo que hoy en día, mi preciosa Olivia, cuenta con patitas cortas y barriga hasta el suelo, hecho que me hace adorarla con locura.
Cuando acababa de cumplir 6 años, su "padre" Pedro y yo nos separamos. Olivia, que había sido un gato cariñoso, pero muy independiente, con un rincón de sofá completamente adjudicado a varios metros de nosotros, abandonó la independencia para adjudicarse un rincón encima de mi propio cuerpo, cuanto más cerca de mi cara, mejor para ella. Y así pude darme cuenta de la verdadera clase de gato que tenía y tengo. Nunca estuve sola, y ella supo comprender tan bien la situación que se ganó por entero mi admiración. Una gata que no sabía lamer, comenzó a darme besitos muy de vez en cuando, no fuera a ser que me acostumbrara...empezó a dormir a mi lado, primero a los pies de mi cama, para, a lo largo de los días y muy sutilmente, acabar durmiendo, en ocasiones, y litarelmente en mi cuello, cual boa. Aunque hemos llegado a un acuerdo, cómodo para las dos, en el que ella se tumba a mi lado y me tiende su mano para que la coja con la mía.
Su compañía es la única que nunca podría rechazar, en ningún momento. Ella no dice mucho, su vocabulario es muy pobre, oscila entre "miau" "meu" y "rrrrmeu", rara vez dice "mouuu" (no me gusta que lo diga, pero no sabe decir "pep" así que...). La necesito. Y creo que ella a mi. La amo incondicionalmente. Y creo que ella a mi.
Sé que no he pododo expresar todo lo que significa para mi, ni todo lo que ella hace por mi, pero espero haberme aproximado.
Oli con 8 añitos. Alicante, 2010


All my love, Olivia.

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